lunes, 20 de febrero de 2012

La economía del III Reich, o como convertir un país hecho trizas en una potencia mundial (Primera parte)


Hasta grandes expertos del país y de fuera se rompen los sesos para saber de dónde sale el dinero para crear empleo (…) No se hace con brujería, ni con trampas. El secreto es la política coordinada y disciplinada que tan solo puede hacerse en un sistema autoritario; no con un parlamento democrático”

Horace Schacht, Ministro de economía del III Reich.

La I Guerra Mundial supuso para Alemania un importante descalabro económico. Durante la posguerra las dificultades se vieron agravadas por el desembolso de fuertes sumas de dinero como reparación de guerra a los vencedores. El principal problema con que se enfrentó el Estado, fue la hiperinflación, que afectó al tejido económico y golpeó a amplias capas de la sociedad, especialmente a asalariados, funcionarios, pequeños ahorradores y pensionistas. 

Durante la Hiperinflación, los billetes sólo servian para hacer castillos.
A partir de 1924 la situación mejoró, pero unos años más tarde, el crac de 1929 y sus repercusiones, hundieron de nuevo la economía alemana. La principal secuela de la crisis, el desempleo, golpeó con especial virulencia a las clases media y obrera que, como predijo Keynes en su momento, se arrojaron a los brazos de movimientos nacionalistas como el nazismo. Hitler prometía incesantemente que resolvería los problemas de manera rápida y eficaz cuando alcanzase el poder. Cuando eso sucedió, puso en marcha una serie de medidas cuyo efecto se vio reforzado por el cambio favorable en la coyuntura económica internacional.

Poster electoral de Hitler pidiendo confianza al pueblo alemán
 En primer lugar se nacionalizó la banca y se decretó la congelación de algunos precios. Tal operación de manipulación y control se conoce como “economía de compulsión nazi” y fue congruente con el hecho de que Hitler se valió del procedimiento de imprimir papel moneda para el gobierno en grandes cantidades para construir la economía de guerra que constituía el núcleo central de su programa. Así, se evitó efectivamente la inflación, pero al largo plazo generó otros efectos como la escasez y consecuentemente el racionamiento, o la aparición de mercados negros. 
 
Se expropiaron, en segundo lugar, los bienes judíos. Esta fue otra de las claves de su economía, ya que en el momento de dicha expropiación los judíos acumulaban casi la mitad del capital alemán, entre bancos, “mass media”, propiedades, etc. Con esto los nazis obtuvieron financiamiento pero, más importante, se ganaron la lealtad del pequeño grupo de empresarios arios alemanes (Thyssen, Ballin, etc.) que controlaba el sector privado.

En tercer lugar se hizo una reforma de los derechos laborales. A cambio del encarcelamiento y exterminio de más de un millón de alemanes arios (comunistas e intelectuales casi todos) y de la pérdida total de libertad política, los nazis redujeron la jornada laboral a un máximo de 8 horas diarias, aumentaron los salarios, garantizaron dos meses de vacaciones anuales pagadas y crearon un sistema por el cual el Estado garantizaba alojamiento en cualquier lugar de Alemania de forma gratuita a cambio del trabajo, y por supuesto, del silencio del trabajador. Se podría decir que a cambio de seguridad y bienestar material, Hitler compró a los alemanes. El historiador Götz Aly asegura al respecto, que “el espolio económico de los nazis no se limitó a unos cuantos jerarcas corruptos ni a un grupo de corporaciones industriales, sino que el espolio sistemático de la Europa ocupada por las tropas alemanas y el exterminio de los judíos, después de saquear sus bienes, sirvieron para incrementar la calidad de vida del pueblo alemán, esto es, para financiar un estado del bienestar para los alemanes arios.”(G. Aly; 2007)

Por último, el crecimiento. Por supuesto, solo con nacionalizar la banca no basta para garantizar todas estas medidas, pero en ese punto entró otro factor, el mismo que ha garantizado el surgimiento de Brasil, China e India como potencias: el crecimiento obligado. Alemania estaba destruida, hecha trizas cuando Hitler llegó al poder, y la reconstrucción, a veces literal, de ésta, garantizó el éxito de los nazis. La mitad de los parados (el 40% de la población) que los nazis recolocaron, entraron a trabajar en la construcción de infraestructuras y obras públicas, organización burocrática, etc. y eso garantizó trabajo durante años. Además, a la llegada de los nazis al poder, Alemania no contaba con un ejército, por lo que, dado el carácter militarista de los nazis, la reconstrucción de éste fue su prioridad. La reintroducción del
servicio militar obligatorio, alivió la presión del desempleo en aquellos que lo cumplían. Así, como apunta el historiador R.J. Evans, “si en enero de 1932 la población desempleada era de 6.041.900, en Enero de 1940, la cifra se había reducido a 159.700.” (2007, pg:332-333).

Hitler hizo también hincapié en el desarrollo de la industria pesada y química, en manos de grandes grupos industriales (Krupp, Vögler, Boch, Siemens, etc.), preparados para hacer frente al programa de rearme del ejército alemán, fundamental para garantizar una política internacional agresiva y expansionista. En 1936 se puso en marcha un Plan Cuatrienal, cuyo director, Göering, ponderaba la militarización de Alemania con vistas a una futura guerra. Obviaba principios esenciales del capitalismo como el coste y el beneficio empresarial, dando prioridad a la consecución de la autarquía que permitiese el autoabastecimiento de alimentos y materias primas durante el conflicto. Esta obsesión por conseguir la autosuficiencia total inspiró en Hitler la teoría del Espacio vital que en conjunción con la política de rearme desembocaría finalmente, en la II Guerra Mundial. Así, se aumentó el poder de los magnates de la industria militar, que conseguirían por medio de la guerra enormes beneficios, acrecentados por la política de saqueo de territorios conquistados y el empleo de mano de obra esclava o semiesclava en sus factorías. 

"Espacio vital" de Hitler
Como vemos, la economía nacionalsocialista no siguió doctrina alguna, su único objeto era aumentar la productividad al servicio de la sociedad, pues cualquier sistema económico que fuese adoptado, independientemente de su origen o de sus dogmas teóricos, era valorado de acuerdo a sus resultados en la práctica. De modo que puede decirse que la economía nacionalsocialista, era una economía ecléctica, que tomaba de cada idea lo más provechoso para la sociedad.

En esencia lo que distinguió la gestión económica de la Alemania hitleriana fue el intervencionismo del Estado, la planificación (mediante planes cuatrienales) y el empeño en sacar adelante un ambicioso programa de rearme. Mediante una política de marcado carácter autárquico (autosuficiente), se controló el comercio con el exterior limitándose las importaciones a las materias primas necesarias para la industria.

Con todo esto, Alemania consiguió pasar de un país en la ruina económica antes de 1933 a potencia mundial en 1939, cierto. Sin embargo, ¿hubieran funcionado todas estas medidas en el largo plazo? ¿O en realidad era Alemania una potencia mundial “con pies de barro”, y económicamente obligada a ir a la guerra?

Analizaremos esto en la segunda parte con otro post más adelante. 

PUBLICADO POR: Oriol Colomer 

Bibliografía:

-Pich, Josep. “Les dues guerres mundials i el període d'entreguerres (1914-1945)”. 2008, pg.246-252.
-R.J.Evans: “El Tercer Reich en el poder”. 2007, pg: 323-408
-Entrevista de Víctor Amela a Götz Aly, La Vanguardia, 5 de Abril de 2006.

Seminario II: Entendiendo el fenómeno de la Globalización y los procesos migratorios.

 
En este segundo seminario dos fueron los textos a analizar para, con ellos, tratar los temas mencionados en el titulo de esta entrada, esto es, las claves de la Globalización y los movimientos migratorios.

Durante la primera parte, nos centramos en un texto de Held sobre la Globalización. Intentamos conceptualizarla y debatimos sobre algunos temas relacionados como la periodización, la intensidad y la percepción que tenemos sobre el fenómeno.

Así, ¿Cuándo empezó la Globalización? Frente a esta pregunta muchas son las respuestas que se han dado: en la posguerra, en la era posterior a 1970, durante el XX en general, etc. Sin embargo, como comenta Held, “recientes estudios históricos de los sistemas mundiales y de los patrones de interacción de la civilización ponen en tela de juicio la opinión comúnmente aceptada de que la globalización es un fenómeno principalmente de la edad moderna.” Hechos como la existencia de religiones globales y redes comerciales durante la época medieval contribuyen a la idea de que la globalización es un proceso que tiene una larga historia.

No obstante, aunque nos sea difícil establecer un punto de partida, si que podemos hablar de períodos de más o menos importancia para la Globalización, y una de ellos es sin duda la Revolución Industrial (RE) surgida durante el siglo XIX. Debido a la RE, hubo un aumento significativo en la cantidad y calidad de la producción. Esto llevo a mayores exportaciones y mejores relaciones comerciales y de negocios. Debido a los mejores productos y a la colonización, muchos países de todo el mundo se convirtieron en los consumidores del mercado europeo. Esta fase, que la podríamos identificar como de “pre globalización”, tal vez llego a su fin después de la Primera Guerra Mundial. La guerra causó un efecto adverso significativo sobre la situación económica y condujo a la Gran Depresión y la crisis del patrón oro durante la década de 1920 y principios de 1930, para resurgir después de la II guerra mundial hasta la actualidad.

Pero, ¿qué fue o que es la Globalización? ¿Es acaso la integración de los sistemas económicos, políticos y culturales de todo el mundo? ¿O es la dominación de los países desarrollados en la toma de decisiones, a expensas de las naciones más pobres? ¿Es la Globalización una fuerza para el crecimiento económico, la prosperidad y la libertad democrática? ¿O es una fuerza para la destrucción del medio ambiento y la explotación de los países en desarrollo?

La Globalización es un proceso (o conjunto de procesos), que representa una transformación en la organización espacial de las relaciones sociales y las transacciones, generando flujos interregionales y transcontinentales. Es un proceso en definitiva, que incrementa la connectividad y la interdependencia de las empresas y de los mercados del mundo.

Des de la teoría, tres son los puntos de vista que han intentado dar cuenta del fenómeno:

1)tesis hiperglobalista: que se refiere de manera directa a la idea de fin de la soberanía y del Estado-nación. La globalización económica, según ésta tesis, construye nuevas formas de organización social que a la larga reemplazarán o sustituirán a los Estados-nación tradicionales como principales unidades económicas y políticas de la sociedad mundial (Held y otros, 2001). Esta tesis se plantea en el contexto de homogeneización a que propenden las regulaciones de los Estados receptores de inversión, en cuanto a liberalización de mercados y a la desregulación del sector financiero.

Así, el proceso de globalización se complementa con diversos fenómenos como la constitución de amplios conjuntos regionales de países como la Unión Europea, los Tratados de Libre Comercio, el MERCOSUR o la Cooperación Económica entre Asia y el Pacífico que, a la par con las organizaciones financiera internacionales (FMI, BM, OMC) se configuran en las nuevas unidades económicas y políticas para el nuevo orden mundial, en sustitución de un tipo de Estado que ha retrocedido ante las exigencias del capital dejando a la soberanía en una posición de disminución permanente.

2)tesis escéptica: planteada en torno a la idea de que en realidad la situación no ha cambiado gran cosa. Para esta tesis, es clara la negación de la existencia del fenómeno de la globalización, que aquí es entendida como una economía perfectamente integrada en todo el mundo. Plantea la idea de una internacionalización en aumento, entendida como la interacción entre economías predominantemente nacionales y que requiere de la soberanía de los Estados nacionales en tanto las fuerzas de la internacionalización, para asegurar una continua liberalización económica, dependen del poder regulador de los gobiernos nacionales (Held y otros, 2001). Esta tesis rechaza de manera radical la idea de la debilitación paulatina del poder de los gobiernos nacionales y de los Estados, ya que si bien pueden encontrar restricciones en la internacionalización, no están de ninguna manera inmovilizados.

3)tesis transformacionalista: que entiende la globalización como una fuerza impulsora, decisiva en torno a los cambios sociales, políticos y económicos que reforman de manera determinante las sociedades modernas y el orden global. Plantea la expansión del espacio político, económico y social en el que se decide el destino de las sociedades y comunidades, siendo la globalización la fuerza que promueve tales transformaciones. Podría hablarse del establecimiento de una soberanía mínima en los Estados, en la medida en que, si bien estos conservan todavía la última decisión legal al interior de sus propios territorios, estas se yuxtaponen con la jurisdicción en expansión de las instituciones gubernamentales internacionales y con los límites y obligaciones derivadas del derecho internacional (Held y otros, 2001). Para esta tesis, el efecto de la globalización al reconstituir el poder y la autoridad de los gobiernos nacionales, es el establecimiento de un nuevo régimen de soberanía que desplaza las concepciones tradicionales del Estado que lo caracterizan como una forma de poder público absoluto, indivisible y territorialmente exclusivo, donde la soberanía se comprende ya no como barrera territorial, sino como recurso de negociación en medio de una política que se caracteriza por redes transnacionales complejas. Esta tesis plantea entonces que el orden mundial no se puede concebir más centrándolo sólo en el Estado, ya que la autoridad se ha extendido cada vez más entre los actores públicos y privados en los diversos niveles local, nacional, regional y global” (Held y otros, 2001).

Finalmente, el último factor relacionado que tratamos en la primera parte fue el de la intensidad de la Globalización. ¿Es el proceso actual más intenso que el que se vivió en el siglo XIX? ¿O la vemos intensa porque la estamos viviendo? En nuestra opinión, en términos económicos absolutos: si, pues los procesos económicos y el volumen de transacciones así como la velocidad de estas son incomparables históricamente. En términos relativos sin embargo, no; el cambió radical que comportaron las migraciones masivas así como los cambios en transporte y comunicaciones fueron y son también incomparables históricamente.

En la segunda parte del seminario, en relación con el fenómeno de la globalización, se trató el tema de las migraciones y cómo estas han evolucionado a lo largo del siglo XIX y XX. Para ello estudiamos el texto de Williamson y O'Rourke: “Globalización e História”.

Nunca antes se habían producido unas corrientes migratorias del tamaño de las del siglo XIX y principios del XX. Esto se debió a múltiples factores como los diferenciales de salario, las guerras y hambrunas o la disponibilidad de tierras en América. Hay que tener en cuenta que la mayoría de emigrantes de esta época eran familias de granjeros y artesanos o rurales que querían nuevas tierras para explotar. Sin embargo, estas migraciones no eran aún muy elevadas.

A finales del siglo XIX, en cambio, los salarios reales de los países receptores y los de salida empezaron a converger y los costos de transporte bajaron, lo que generó las primeras migraciones en masa, esta vez por causas distintas y distinto perfil de emigrante. A finales de siglo las migraciones principalmente fueron causadas por temas de mercado y demográficos. Como habían mejorado las condiciones de vida, había una cantidad muy elevada de jóvenes que no tenían ocupación en su país de origen y tuvieron que marchar en zonas industriales fuera de su país para encontrar trabajo.

Así como apunta Wiliamson en su texto, “Globalización e Historia”, desde 1820 hasta 1914 se habían desplazado más de 60 millones de personas hacia el nuevo mundo.

En referencia a los países receptores y emisores, hasta 1880, la mayoría de emigrantes eran europeos, principalmente de Inglaterra. Más tarde de Alemania, de los países escandinavos, España, Italia, Portugal y finalmente Polonia. Aunque el principal lugar de destino eran los Estados Unidos, en la segunda mitad de la década de 1880 aumentó la emigración que tenía como destino América del sur (Argentina un 9% y Brasil un 7%). También hubo pequeños flujos que fueron a Canadá, sur África, Australia y Nueva Zelanda.

En lo que al siglo XXI se refiere, nos encontramos con un panorama radicalmente diferente. Si en el pasado siglo las desigualdades venían determinadas por la clase social a la que pertenecías, en la actualidad, éstas se determinan por el país o lugar de residencia. La desigualdad ahora, tiene una faceta eminentemente interestatal.

Tal y como apunta Milanovic en su artículo Global inequality: From class to location, from proletarians to migrants, gran parte de la desigualdad en el mundo actual se debe a las diferencias de riqueza entre los distintos países del globo. Así, en los gráficos abajo adjuntos podemos ver por ejemplo, que el ventil más pobre de Dinamarca tiene un ingreso per capita superior al ventil más rico de cuatro países africanos. Asimismo vemos como solo el percentil más rico de la india iguala el percentil más pobre de EEUU. 
Gráficos extraídos de: Milanovic,Branko; Global Inequality: from class to location, from proletarians to migrants; The World Bank, Poverty and Inequality Team, 2011; p. 12

Con esto, no se hace extraño ver como en las últimas dos décadas ha aumentado espectacularmente no sólo el volumen, sino también el grado de mundialización del sistema migratorio, en su doble sentido: aumento de la diversidad de las regiones receptoras e incremento de las áreas de origen. En consecuencia, los inmigrantes presentan una variedad demográfica, social, cultural y económica cada vez mayor y prácticamente inédita en el pasado. Aunque se trata de una cuestión que afecta a todos los países ricos (pero no sólo a ellos), su incidencia es aún más notable en aquellos que tienen fronteras o están próximos a zonas pobres, como es el caso de Estados Unidos y México, o como es el de España e Italia con respecto a los países del Magreb y el África subsahariana. Los efectos de este fenómeno se dejan notar en los más variados aspectos de la vida social tanto de los países receptores como de los emisores, provocando, entre otros, cambios sustanciales en la demografía y considerables alteraciones en la estructura del mercado de trabajo.

Vale la pena adoptar la perspectiva de los países emisores y pensar, por ejemplo, en la emigración africana. Por muy poca que sea la atención que se ponga sobre lo que sucede en África, es fácil descubrir las razones por las que se producen masivos movimientos migratorios desde esta zona del planeta. Las televisiones de los países desarrollados, que en la era de la globalización llegan hasta los más recónditos lugares de la tierra, muestran cada día imágenes del despilfarro consumista del mundo de la abundancia, y, junto a ellas, otras de la extrema pobreza que asola los países africanos. No es difícil entender que aquellos que sólo tienen miseria y escasez, arriesguen ese nada que poseen con la esperanza de hacerse un pequeño hueco entre las sobras del inmenso festín que nos estamos pegando.

Mientras persistan las condiciones de extrema pobreza en tantas zonas del planeta, la inmigración será siendo un fenómeno imparable.

domingo, 19 de febrero de 2012

Globalización y Migraciones

El artículo escrito por Fernando Garrido Ferradanes publicado en la revista Aposta se titula Globalización y Migración. Encontraremos en él un análisis y un complemento ideal sobre las lecturas de Held y Kevin H.O’Rourke que discutimos en el seminario.

En una primera parte, el texto expone una visión detallada sobre las tres grandes teorías que explican el fenómeno de la globalización: los Hiperglobalistas, los Escépticos y los Transformacionalistas (teorías vistas en el seminario).

Una vez analizadas el autor propondrá una definición económica del concepto globalización. Una definición más allá de posibles consecuencias que acaben suponiendo la desaparición de la nacionalidad del estado, la pérdida de su rol central en el contexto global o el surgimiento de nuevos actores. En palabras de F. Garrido, el amplio concepto de globalización supone para la economía un proceso de construcción de un sistema económico mundial que regula la circulación de todos sus bienes, incluida la mano de obra, exclusivamente por la lógica del intercambio mercantil y su resultado práctico en lo que concierne a la libre movilidad de los mismos.

Vemos en su definición la importancia del desarrollo de una ideología y un sistema que legitime la economía y la sociedad de mercado, es decir, que demuestre que es la forma más rentable y por lo tanto más natural de organizar la sociedad. Esta ideología defiende cuatro aspectos principales: una política más técnica que ideologizada, la virtud del comercio, un cambio de concepción del ser humano y una naturalización de la sociedad y el mercado.

En la segunda mitad del texto las migraciones contemporáneas como las sucedidas entre finales del siglo XIX i principios del XX serán el eje central del artículo. Nosotros estudiaremos estas últimas, las debatidas en clase.

El autor asocia la primera globalización con las migraciones. Califica el primer proceso migratorio como una integración mundial que se produjo gracias a mejoras en el transporte, comunicaciones y a la movilidad internacional de los factores de producción. F. Garrido responderá los principales interrogantes que supuso esa primera oleada de migraciones. Encontrará el quién en hombres jóvenes, solos i con baja cualificación. El principal flujo de movimiento se desarrollará entre Europa y el continente Americano, y sus causas serán principalmente económicas.

Finalmente se profundizará sobre la nacionalidad de origen y la nacionalidad del destino. En los dos gráficos adjuntos se puede ver claramente como se dividen los flujos migratorios tanto en los países emisores como en los receptores. Si los analizamos vemos como el principal país receptor (con más de la mitad de inmigrantes del total) es de USA, del mismo modo que el país emisor es UK. En segundo lugar encontraremos los emigrantes del sur de la Europa mediterránea, que emigraran tardíamente y hacia países del sur de América. El continuo proceso de convergencia a escala global que logrará la globalización, será uno de los principales apoyos a las migraciones. 

Held et al (2000), p. 290.


Held et al (2000), p. 290.
 
En resumen, un artículo enfocado a aquéllos que quieran profundizar sus conocimientos sobre la globalización y las migraciones.

PUBLICADO POR: Oriol Crusellas

martes, 7 de febrero de 2012

The Great Divergence

The Great Divergence of Kenneth Pomeranz, specialist in modern Chinese history and professor at the University of California (Irvine), provoked debates and controversies amongst economists and historians. In an already very abundant literature on the causes of the industrial revolution, Pomeranz introduced in his book two arguments which had a provocative character. He first establishes a comparison in between the levels of economic and social development of England and the valley of the Yangtze Delta in China. He then explains the economic difference of the two regions with England’s capacity to mine coal from the land of its colonies. 

Why the industrial revolution did first took place in England? In the eighteenth Century, parts of China were as developed as English regions and nothing predicted the “great divergence” between Europe and China. 

We found interesting to analyze Pomeranz’s arguments as he was one of the first to conduct an analytical work devoted to a comparison of economic areas as far away as Asia and Europe.

The similarities

Many historians had found similarities between parts of China and Europe, but none had done a comparison as systematic and detailed. For him, set aside historical determinism, until the mid 18th century there was no evidence to predict the supremacy and the inevitable advance of the British economy to come. 

At first, the author looks at some data on household consumption. Since the 17th century, European households turned increasingly toward market activities, they spent less time on leisure activities, on households’ tasks and consumed more. Pomeranz shows that such a process was also at work in the most commercialized regions of China (and probably also in Japan). For consumer goods as for luxury goods, figures are very similar in the two regions at that time. 

In the Great Divergence, Pomeranz therefore draws institutional comparisons to show that the Chinese market was just as free and that property rights were just as defined as in Britain. 

The author challenges the thesis of Philip Huang (also professor at University of California) who argues that geography and institutions favored a much lower Chinese agricultural productivity and yields than in England. He shows both that yield per hectare of rice was equivalent to that of wheat, that agricultural technologies were almost identical and that the English productivity did not improve in the 18th century. Concerning women, Pomeranz highlights the work of the Chinese spinners who received an income close to that of men in Europe, and thus disagrees with a patriarchal vision of the Chinese family.

Geographical or ecological differences, that is to say soil fertility, supply of wood or fuel, do not reveal factors explaining a handicap for the Yangtze Delta region. In comparison to Europe, Pomeranz also shows that despite a higher population density, the Yangtze Delta region was not subject to higher saturation of natural resources at that time. With institutional and statistical comparisons, he therefore eliminates one by one the factors that are traditionally put forward to explain the industrial boom in England: ecological constraints, institutional differences, market and family structure, differences in levels of life expectancy, technology and agricultural productivity, Increase in consumption.

These factors cannot fully explain the Industrial Revolution in England as the Yangtze River region possessed a comparable level of development and characteristics that were roughly equivalent.

The great divergence: ecological constraints, coal and cotton

Pomeranz attaches great importance to ecological constraints. He argues that the interaction of these constraints with political and social processes had a major impact on the economic divergence of the late 18th century. In particular, population growth and proto-industrial economic activity has gradually led to excess in demand for wood in relation to local reserves (saturation is observed in particular by the sharp rise in prices in both regions). It is partly the response to this shortage which made the Chinese region diverge from England. His essential argument is that England was able to break free from its constraint by saving land through the use of coal (wood substitute) and also land use of its colonies, while the Yangtze Delta region had to turn to a more intensive exploitation of its land.

Challenging the famous works of Patrick O’Brien (who tended to downplay the role of the colonies in the English industrial development) Pomeranz supports the thesis of Eric Williams that shows the importance of colonies and slavery in the industrial development of England. Pomeranz insists on the fact that the colonies have released much of English agriculture from its constraints. Eric Jones introduces the notion of “ghost acres” which can be understood as the gain brought by the colonies to England by cultivating hectares that the country would have otherwise had to cultivate itself.

Conclusions

His findings are both unexpected and bold: some parts of Asia and Europe had reached in the late 18th century a comparable level of development. So how do we explain the gap that separated the two regions afterwards and why the Industrial Revolution happened in Britain rather than in China? Pomeranz argues that the availability of coal resources and the exploitation of the colonies are the two main phenomena responsible for this “great divergence”. Pomeranz questions how each region was able to solve economic, ecological and geopolitical problems caused by the development process and the growth of industry. The history of globalization of the economy since 1750 was here subject to reconsideration by the author, challenging conventional views. 

The superiority of the European economy on the Chinese one was long seen as evidence, especially among Western economists and historians. Pomeranz is obviously not the first to question the reasons for Western supremacy, but no analysis has really considered the phenomenon on a global scale: most have postulated economic inferiority of Asia compared to Europe.

Since its publication in 2000, the book provoked among economists and historians worldwide a debate that is far from being closed: the birth of globalized economy. 


POSTED BY: MARGOT VONTHRON

domingo, 5 de febrero de 2012

La crisis del Laborismo

Caricatura publicada en 'Times Online'. (Por Peter Brookes)
Sahun Riordan nos habla en el artículo sobre el “esperanzador” cambio de rumbo del Partido Laborista británico nombrado la “Tercera Vía”, impulsado por Tony Blair, el cual ha ido desmoronando al paso de los años, por sus continuas contradicciones internas, lo que ha sido y lo que ha representado el Labour Party tradicionalmente en el Reino Unido.

El origen del laborismo británico se encuentra en 1844 cuando en Rochdale, Lancashire, un grupo de trabajadores creó una sociedad cooperativa que daría lugar al movimiento sindical británico de donde surgió el Labour Party.

Hasta 1918 el Partido Laborista fue utilizado por los sindicatos ingleses más como un "lobby", para presionar a la Cámara de los Comunes con el fin de que cumplieran con sus demandas, ya que su finalidad era la de representar a los obreros ingleses de manera global, lo cual le diferenciaba de otros partidos de clase.

Durante toda su existencia, el partido siempre ha sufrido divisiones ideológicas y estructurales debido a su formación ecléctica. Estas divisiones van desde la divergencia de opiniones entorno la relación entre el partido, el grupo parlamentario y las bases o sindicatos, a la división entre los socialistas, partidarios de que la propiedad de los medios de producción fuesen del Estado, y socialdemócratas, partidarios de una economía mixta.

A lo largo del siglo XX el Labour Party alternó las posiciones de poder junto con la oposición, hasta la supremacía política en el Reino Unido durante los años 80 y principios de los 90 por parte del Partido Conservador i sobretodo de Margaret Tatcher. Esto propició un largo período de inestabilidad, de idas y venidas en el laborismo británico hasta la consecución de la dirección del partido por parte de Tony Blair el año 1994.

Bajo la dirección de Blair el Partido abandonó todo aquello que tenia que ver con el socialismo y los sindicatos, es decir, con los orígenes del laborismo inglés. Se posicionó, como decía él, en un “centro radical” donde abundaba el pragmatismo ideológico ya que creía que en las sociedades actuales los programas con punto claros, concretos y fuertemente posicionados no pueden alcanzar la confianza de una mayoría de la población. Así el Labour Party se transformó de un partido político con base sindical que defendía los intereses de la clase obrera a un partido vacío de contenidos encabezado por un líder fuerte, el único objetivo del cual ha sido el de ganar las elecciones.

Con la marcha de Tony Blair y el fin de la “Tercera Vía”, este Nuevo Laborismo basado en el liderazgo, entró en una grave crisis de identidad que Gordon Brown tampoco ha sabido solucionar. Además, estas últimas elecciones, más allá de vencedores y vencidos, marcan el fin de una era política de Reino Unido: el declive definitivo del Nuevo Laborismo. Da igual quién gane, la política británica es hoy completamente distinta de lo que era hace 13 años. Falta por ver si el partido intentará volver a sus orígenes o al menos a posiciones más de izquierdas, o si por contra seguirá empeñado en el intento fracasado de adaptar la social-democracia al capitalismo liberal.