lunes, 20 de febrero de 2012

La economía del III Reich, o como convertir un país hecho trizas en una potencia mundial (Primera parte)


Hasta grandes expertos del país y de fuera se rompen los sesos para saber de dónde sale el dinero para crear empleo (…) No se hace con brujería, ni con trampas. El secreto es la política coordinada y disciplinada que tan solo puede hacerse en un sistema autoritario; no con un parlamento democrático”

Horace Schacht, Ministro de economía del III Reich.

La I Guerra Mundial supuso para Alemania un importante descalabro económico. Durante la posguerra las dificultades se vieron agravadas por el desembolso de fuertes sumas de dinero como reparación de guerra a los vencedores. El principal problema con que se enfrentó el Estado, fue la hiperinflación, que afectó al tejido económico y golpeó a amplias capas de la sociedad, especialmente a asalariados, funcionarios, pequeños ahorradores y pensionistas. 

Durante la Hiperinflación, los billetes sólo servian para hacer castillos.
A partir de 1924 la situación mejoró, pero unos años más tarde, el crac de 1929 y sus repercusiones, hundieron de nuevo la economía alemana. La principal secuela de la crisis, el desempleo, golpeó con especial virulencia a las clases media y obrera que, como predijo Keynes en su momento, se arrojaron a los brazos de movimientos nacionalistas como el nazismo. Hitler prometía incesantemente que resolvería los problemas de manera rápida y eficaz cuando alcanzase el poder. Cuando eso sucedió, puso en marcha una serie de medidas cuyo efecto se vio reforzado por el cambio favorable en la coyuntura económica internacional.

Poster electoral de Hitler pidiendo confianza al pueblo alemán
 En primer lugar se nacionalizó la banca y se decretó la congelación de algunos precios. Tal operación de manipulación y control se conoce como “economía de compulsión nazi” y fue congruente con el hecho de que Hitler se valió del procedimiento de imprimir papel moneda para el gobierno en grandes cantidades para construir la economía de guerra que constituía el núcleo central de su programa. Así, se evitó efectivamente la inflación, pero al largo plazo generó otros efectos como la escasez y consecuentemente el racionamiento, o la aparición de mercados negros. 
 
Se expropiaron, en segundo lugar, los bienes judíos. Esta fue otra de las claves de su economía, ya que en el momento de dicha expropiación los judíos acumulaban casi la mitad del capital alemán, entre bancos, “mass media”, propiedades, etc. Con esto los nazis obtuvieron financiamiento pero, más importante, se ganaron la lealtad del pequeño grupo de empresarios arios alemanes (Thyssen, Ballin, etc.) que controlaba el sector privado.

En tercer lugar se hizo una reforma de los derechos laborales. A cambio del encarcelamiento y exterminio de más de un millón de alemanes arios (comunistas e intelectuales casi todos) y de la pérdida total de libertad política, los nazis redujeron la jornada laboral a un máximo de 8 horas diarias, aumentaron los salarios, garantizaron dos meses de vacaciones anuales pagadas y crearon un sistema por el cual el Estado garantizaba alojamiento en cualquier lugar de Alemania de forma gratuita a cambio del trabajo, y por supuesto, del silencio del trabajador. Se podría decir que a cambio de seguridad y bienestar material, Hitler compró a los alemanes. El historiador Götz Aly asegura al respecto, que “el espolio económico de los nazis no se limitó a unos cuantos jerarcas corruptos ni a un grupo de corporaciones industriales, sino que el espolio sistemático de la Europa ocupada por las tropas alemanas y el exterminio de los judíos, después de saquear sus bienes, sirvieron para incrementar la calidad de vida del pueblo alemán, esto es, para financiar un estado del bienestar para los alemanes arios.”(G. Aly; 2007)

Por último, el crecimiento. Por supuesto, solo con nacionalizar la banca no basta para garantizar todas estas medidas, pero en ese punto entró otro factor, el mismo que ha garantizado el surgimiento de Brasil, China e India como potencias: el crecimiento obligado. Alemania estaba destruida, hecha trizas cuando Hitler llegó al poder, y la reconstrucción, a veces literal, de ésta, garantizó el éxito de los nazis. La mitad de los parados (el 40% de la población) que los nazis recolocaron, entraron a trabajar en la construcción de infraestructuras y obras públicas, organización burocrática, etc. y eso garantizó trabajo durante años. Además, a la llegada de los nazis al poder, Alemania no contaba con un ejército, por lo que, dado el carácter militarista de los nazis, la reconstrucción de éste fue su prioridad. La reintroducción del
servicio militar obligatorio, alivió la presión del desempleo en aquellos que lo cumplían. Así, como apunta el historiador R.J. Evans, “si en enero de 1932 la población desempleada era de 6.041.900, en Enero de 1940, la cifra se había reducido a 159.700.” (2007, pg:332-333).

Hitler hizo también hincapié en el desarrollo de la industria pesada y química, en manos de grandes grupos industriales (Krupp, Vögler, Boch, Siemens, etc.), preparados para hacer frente al programa de rearme del ejército alemán, fundamental para garantizar una política internacional agresiva y expansionista. En 1936 se puso en marcha un Plan Cuatrienal, cuyo director, Göering, ponderaba la militarización de Alemania con vistas a una futura guerra. Obviaba principios esenciales del capitalismo como el coste y el beneficio empresarial, dando prioridad a la consecución de la autarquía que permitiese el autoabastecimiento de alimentos y materias primas durante el conflicto. Esta obsesión por conseguir la autosuficiencia total inspiró en Hitler la teoría del Espacio vital que en conjunción con la política de rearme desembocaría finalmente, en la II Guerra Mundial. Así, se aumentó el poder de los magnates de la industria militar, que conseguirían por medio de la guerra enormes beneficios, acrecentados por la política de saqueo de territorios conquistados y el empleo de mano de obra esclava o semiesclava en sus factorías. 

"Espacio vital" de Hitler
Como vemos, la economía nacionalsocialista no siguió doctrina alguna, su único objeto era aumentar la productividad al servicio de la sociedad, pues cualquier sistema económico que fuese adoptado, independientemente de su origen o de sus dogmas teóricos, era valorado de acuerdo a sus resultados en la práctica. De modo que puede decirse que la economía nacionalsocialista, era una economía ecléctica, que tomaba de cada idea lo más provechoso para la sociedad.

En esencia lo que distinguió la gestión económica de la Alemania hitleriana fue el intervencionismo del Estado, la planificación (mediante planes cuatrienales) y el empeño en sacar adelante un ambicioso programa de rearme. Mediante una política de marcado carácter autárquico (autosuficiente), se controló el comercio con el exterior limitándose las importaciones a las materias primas necesarias para la industria.

Con todo esto, Alemania consiguió pasar de un país en la ruina económica antes de 1933 a potencia mundial en 1939, cierto. Sin embargo, ¿hubieran funcionado todas estas medidas en el largo plazo? ¿O en realidad era Alemania una potencia mundial “con pies de barro”, y económicamente obligada a ir a la guerra?

Analizaremos esto en la segunda parte con otro post más adelante. 

PUBLICADO POR: Oriol Colomer 

Bibliografía:

-Pich, Josep. “Les dues guerres mundials i el període d'entreguerres (1914-1945)”. 2008, pg.246-252.
-R.J.Evans: “El Tercer Reich en el poder”. 2007, pg: 323-408
-Entrevista de Víctor Amela a Götz Aly, La Vanguardia, 5 de Abril de 2006.

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